Yo siempre he creído que
el problema de hacerse mayor no es tal, sino que en realidad la gran
tragedia es “darse cuenta” de ese fenómeno, en cierto modo,
decadente. En muchas ocasiones no seríamos conscientes del
inexorable paso del tiempo si no fuese porque algo o alguien viniera
a recordárnoslo. Un ejemplo: ser capaz de rememorar
alguno de los partidos de fútbol del Mundial 82 es un síntoma
evidente de que uno ya va teniendo una edad. Aunque el hecho de
conseguir traer a la mente algo que sucedió hace más de 30 años, a
su vez, es un claro indicio de que el cerebro sigue estando en
plenitud de condiciones y preparado para ser usado, si es que eso
fuese necesario alguna vez. Otro ejemplo: que una hija comience la
educación secundaria pone de manifiesto que ya ha pasado una serie
de años (deprisa, si se quiere, demasiado deprisa) desde que uno
tuvo la inmensa alegría (la mayor de las posibles) de iniciar la
aventura de ser padre.
Es por este motivo por el
que hoy escribo. Paula, esta semana has comenzado a ir al instituto.
Al rojo, sí. Al mismo al que fue papá, hace ya algunos años. Ya
vas al instituto y, sin embargo, me acuerdo perfectamente de tu
primer día de colegio e incluso del primero de tus días en la
escuela infantil “Xiquets”. Todo ha ido tan rápido... Sé que
para ti quizás no. Lo sé porque yo también fui niño. Aunque te
cueste creerlo, no siempre fui calvo natural.
Pero así es el tiempo,
un viejo cínico, unas veces absolutamente relativo y otras, arbitrariamente preciso.
No sé si te imaginas cuánto quisiera poder estar ahí para
abrazarte y desear que todo te vaya bien en esta nueva etapa de tu
vida, pero la realidad es que nos separan mil setecientos kilómetros,
uno detrás de otro, y no puedo más que tratar de hacerte llegar
todo mi amor y mi cariño a través de unas pocas palabras escritas.
Me acuerdo de cuando
cumpliste cuatro años e hicimos una casa de papel para guardar tus
regalos. Te extrañó mucho que simplemente con unas cuantas hojas
consiguiéramos levantar una estructura que se aguantase a sí misma.
En realidad con un folio de papel no se consigue gran cosa. Con dos,
tampoco. Pero si unes unos cuantos y además de un modo determinado,
el resultado puede llegar a ser sorprendente. Únicamente hay que
saber cómo.
Yo te animo a que emprendas esta nueva etapa con ese
espíritu curioso y soñador que siempre te ha caracterizado. Te
invito a que busques la forma de construir tus “alas” para volar.
Esas que de pequeña no dejabas de idear y diseñar una y otra vez.
Esas que te ayudarán a elevarte y mirar las cosas desde otro punto
de vista, tal vez con otra perspectiva. Esas alas que te permitirán
llegar hasta donde te propongas. Esas alas son las que, quieras o no,
estás empezando a desplegar ya.
Te haces mayor, y yo
también. Y hacerse mayor forma parte de este juego que se llama
vida. Es algo que no podemos elegir. El modo de aceptar esa condición
impuesta es lo que diferencia, muchas veces, a las personas felices
de las desgraciadas. Hacerse mayor significa que uno o una sigue
existiendo. Y eso supone una felicidad inmensa para todo el que te quiere,
incluso desde la distancia.
Gran artículo !
ResponderEliminarHola mi estimado amigo,
ResponderEliminarllego un poco tarde. pero por lo que veo estamos casi en el mismo punto aunque en distinto lugar de la elipse...
Me alegra muchísimo que vuelvas a escribir y de que lo hagas así, hablando de la forma más natural del mundo de algo increíblemente difícil...recomponer un corazón roto.
Me ha enternecido mucho el amor que desprenden tus palabras, el amor hacía tu hija.
Un abrazo enormes y un beso cargados de mucho ánimo, amigo.