sábado, 7 de septiembre de 2013

De cuando la vida es como una pila alcalina


 
 
Reinterpretando y aludiendo a la célebre frase de Forrest Gump, diría que la vida es, si no como una caja de bombones, sí como una pila alcalina. Para que funcione se debe saber encontrar el lado positivo. Eso es algo de lo que hay que ocuparse concienzudamente a diario cuando uno pretende empezar de nuevo a construirse una vida en un “ecosistema” diferente. Y digo bien “ecosistema”, porque aunque no lo parezca, el que escribe estas líneas es más “animal de costumbres” de lo que se pueda llegar a imaginar en un principio. Y empleo el término “ecosistema” también porque no me encuentro en condiciones de determinar si como vecinos tenemos más animales que personas o viceversa. Y de hecho, ni siquiera me atrevería a asegurar que algunas (pocas, afortunadamente, muy pocas) de las personas con las que nos hemos topado lleguen a ser tan humanas como las ovejas con las que cada mañana intercambiamos un cordial “Grüezi” o un “Beeee” en un ya más que aceptable dialecto ovino.

Empeñado como estoy en buscarle el lado positivo a la vida, no puedo evitar pensar en “La vida de Brian” (ya sabéis, “Always look at the bright side of life”), y al hacerlo, la sonrisa vuelve a poblar mi semblante. Debo admitir que no siempre es fácil. No siempre encuentro fuerzas para sonreír, para bromear o incluso siquiera para comunicarme con la gente a la que tanto echo de menos. Pero he de reconocer que cada vez van siendo menos los momentos en los que eso ocurre. Tengo un apoyo enorme en mi Mar, que a pesar de lo que su nombre pudiera sugerir, se comporta como un auténtico “Cielo”. A ella quiero darle las gracias por “ponerme las pilas” cada vez que me quedo sin ellas, por aguantar mis momentos de nihilismo agudo y los ratitos de crisis existencial absoluta, en los que me planteo cuestiones tales como qué hacemos aquí, de dónde venimos, quiénes somos realmente, hacia dónde nos dirigimos, o si estamos solos en el Universo. Por cierto, cuando escucho a quienquiera que sea preguntarse si estamos solos en el Universo, me suelen entrar ganas de sugerirle que se pasee una mañana cualquiera del mes de agosto por la playa de Levante de Santa Pola, a ver si le parece que esa es demasiada soledad para un Universo como el nuestro.

Hoy, como seguramente podéis intuir, no me resulta fácil ocultar mi alegría. Por segunda semana consecutiva he podido hablar con mi niña, con mi Paula. Y eso es algo que a uno lo carga de energía muy positiva.
 


2 comentarios:

  1. Interesante reflexión....buen post!

    Saludos
    Mark de Zabaleta
    blogspot.com.es

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  2. Claro que si!
    Y piensa que aun nos quedan una pila de cosas por hacer/vivir!!!

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