Ayer, al llorar mis primeras palabras
escritas desde hace ni se sabe cuánto, conseguí que dejaran de dibujarse
esos ríos de tinta transparente que vienen brotando de mis ojos a diario ya más
de un mes.
Siento mucho empezar hoy con esta lamentable
metáfora, pero que haya dejado de llorar no significa que no siga estando
sensible. En el blog “quemecuento” habría hablado de estreñimiento de ideas o
de mente embozada. Y probablemente a continuación hubiera comparado ese atasco
mental con el polo opuesto, o sea, con la diarrea creativa. Pero entiendo que
en “Meine leere Regale” este tipo de expresiones no proceden, y por ello pido
que no se tengan en cuenta.
En estos momentos disfruto o, más bien, transcurre
el penúltimo día de mis vacaciones en mi hogar español, del cual podría sin
problema caerse el calificativo. Mi hogar, a secas. Así está bien. Cuarenta
metros cuadrados. Cuarenta metros cuadrados puede llegar a ser una superficie
lo suficientemente grande como para hacer que uno se sienta sólo. Del mismo
modo que dos personas significan, en ocasiones, el mundo entero. No puedo dejar
de pensar en que la última vez que estuve aquí, antes de emprender rumbo al
otro país, había dos personas más, conmigo. Ahora miro alrededor y no encuentro
a nadie. Tan sólo recuerdos, el eco sordo de la soledad. El vacío que me rodea
por todas partes y lo llena todo no es más que el reflejo, la proyección, del
vacío que anida en mi interior.
Con vuestro permiso seguiré derramando
palabras, llorando frases. Necesito recuperar mis ojos para poder seguir
mirando al frente y comprobar si es cierto que el mundo no ha dejado de girar.
Al leerte, Miguel, me siento en confluencia contigo, y deseo dejar brotar y llorar esa pena que te anida.
ResponderEliminar¡¡ Ánimo en tu dejarla salir y en el viaje que continua con tu vida !!