Reinterpretando y
aludiendo a la célebre frase de Forrest Gump, diría que la vida es,
si no como una caja de bombones, sí como una pila alcalina. Para que
funcione se debe saber encontrar el lado positivo. Eso es algo de lo
que hay que ocuparse concienzudamente a diario cuando uno pretende
empezar de nuevo a construirse una vida en un “ecosistema”
diferente. Y digo bien “ecosistema”, porque aunque no lo parezca,
el que escribe estas líneas es más “animal de costumbres” de lo
que se pueda llegar a imaginar en un principio. Y empleo el término
“ecosistema” también porque no me encuentro en condiciones de
determinar si como vecinos tenemos más animales que personas o
viceversa. Y de hecho, ni siquiera me atrevería a asegurar que algunas
(pocas, afortunadamente, muy pocas) de las personas con las que nos
hemos topado lleguen a ser tan humanas como las ovejas con las que
cada mañana intercambiamos un cordial “Grüezi” o un “Beeee”
en un ya más que aceptable dialecto ovino.
Empeñado como estoy en
buscarle el lado positivo a la vida, no puedo evitar pensar en “La
vida de Brian” (ya sabéis, “Always look at the bright side of
life”), y al hacerlo, la sonrisa vuelve a poblar mi semblante. Debo
admitir que no siempre es fácil. No siempre encuentro fuerzas para
sonreír, para bromear o incluso siquiera para comunicarme con la
gente a la que tanto echo de menos. Pero he de reconocer que cada vez
van siendo menos los momentos en los que eso ocurre. Tengo un apoyo
enorme en mi Mar, que a pesar de lo que su nombre pudiera sugerir, se
comporta como un auténtico “Cielo”. A ella quiero darle las
gracias por “ponerme las pilas” cada vez que me quedo sin ellas,
por aguantar mis momentos de nihilismo agudo y los ratitos de crisis
existencial absoluta, en los que me planteo cuestiones tales como qué
hacemos aquí, de dónde venimos, quiénes somos realmente, hacia
dónde nos dirigimos, o si estamos solos en el Universo. Por cierto,
cuando escucho a quienquiera que sea preguntarse si estamos solos en
el Universo, me suelen entrar ganas de sugerirle que se pasee una
mañana cualquiera del mes de agosto por la playa de Levante de Santa
Pola, a ver si le parece que esa es demasiada soledad para un
Universo como el nuestro.
Hoy, como seguramente
podéis intuir, no me resulta fácil ocultar mi alegría. Por segunda
semana consecutiva he podido hablar con mi niña, con mi Paula. Y
eso es algo que a uno lo carga de energía muy positiva.
Interesante reflexión....buen post!
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
blogspot.com.es
Claro que si!
ResponderEliminarY piensa que aun nos quedan una pila de cosas por hacer/vivir!!!